Hispanic Planet / Planeta de Hispanos


4 Espejos

Escrito por Adriana Puerta
Miércoles, 27 de Enero de 2010 23:50

¿Cómo nos ven nuestros jefes israelíes a los latinoamericanos? ¿O nuestros shutafim? Para
ellos, los llamados sabras, el contacto con los latinoamericanos es toda una experiencia, y en
la mayoría de los casos, positiva. Una mirada desde el espejo a 4 latinoamericanos
¿Cómo es un latinoamericano? Para muchos israelíes, es difícil responder la pregunta sin caer
en la generalización o en el prejuicio. No hay estadísticas ni serias tablas que definan bien
como es un latinoamericano. Tampoco es fácil no caer en lugares comunes. Se habla de los
sonrientes que son, la alegría o su gusto por la música salsa o los asados. A lo mejor toque
seguir el ejemplo del Ché Guevara y recorrer Suramérica en motocicleta para poder hablar con
propiedad del tema y llegar a una definición más exacta. O a lo mejor, pueda ser útil recordar
las palabras que Gabriel Garcia Márquez pronunció cuando recibió el Premio Nobel de
Literatura: "(…) esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya
terquedad sin fin se confunde con la leyenda. Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el
abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los
cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido
reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte". Con ese mismo espíritu y disposición en el
cuerpo, llegan cientos de latinoamericanos a Israel. Muchos, a pesar de la adversidad del
Medio Oriente, siguen perseverando y confiando en la llegada de los buenos tiempos. Los
cálculos dicen que sólo desde Argentina, han llegado aproximadamente 60 mil personas en los
52 años que tiene el país. De todos los inmigrantes latinoamericanos que han venido, el 75%
vino de la tierra del Che, el Boca y los alfajores. Ellos y los demás seres que pasaron los días
de la infancia en las calles del continente americano, le han transmitido pedazos de su alma y
su sentir a este país. Ellos son los responsables de que no sean pocos los israelíes que hablan
castellano o expresan su alegría cuando escuchan unas notas de salsa. Hay otros que ya
comen dulce de membrillo o se atreven a tomar un poco de mate. Aunque talvez aun no sea
posible medir el aporte intelectual de los latinoamericanos en Israel ni definirlos, las opiniones y
las histo rias confirman lo que Gabriel Garcia Márquez en ese ya lejano 1982: nuestra
respuesta es la vida. Vivirla con alegría, humor e intensidad.

Tommy Kovari, el shutaf - "Una corriente de optimismo"

A simple vista parece un latino más aunque su lugar de nacimiento sea Oradea, una ciudad en
plena Transilvania, Rumania. A él se le ve rodeado de latinoamericanos, que junto a él, bailan y
cantan letras en español. Por el sionismo que llevaba en el cuerpo, Tommy Kovari decidió
dejarlo todo y venir a Israel. Desde entonces han pasado tres años y no se separa de sus
amigos latinoamericanos. El amor por el idioma de Cervantes lo tiene desde que cursaba los
primeros años del colegio. Hoy habla español perfecto e incluso utiliza y conoce algunas
palabras que sólo acostumbran usar uruguayos o argentinos. Con una sonrisa amplia, dice que
la mayoría de sus amigos son latinoamericanos. "Son fantásticos. Con ellos aprendí a hablar,
cantar, son como mi familia". Ya sabe de canciones, música, bailes y gastronomía latina. A la
hora de preguntarle por inconvenientes y problemas que puedan tener, dice no verles ninguno.
"Es una suerte poder vivir con ellos". De ellos dice admirarles, el optimismo, la fortaleza y el
hecho de saber lo que quieren. Su amistad y cercanía con los latinoamericanos, hace que
ahora conozca bien los acentos y cuál es la diferencia entre un porteño y el resto de los
argentinos. Con seguridad total, dice que la llegada de los latinoamericanos es algo que le
hace bien a Israel y a los israelíes. Este estudiante de medicina, piensa que además del arribo
de ritmos tan alegres como la salsa, no es difícil vivir con los latinos, todo lo contrario. Cree que
ellos le han traído una corriente de optimismo a este país de intensas y convulsionadas
realidades.

Menahem Pirchi, el esposo - Amor colombiano

Era el año de 1999 cuando él decidió dejar su casa en el Medio Oriente para recorrer los
rincones de América Latina. Al igual que muchos jóvenes israelíes, Menahem Pirchi decidió
atravesar el mar para vivir varios meses en Suramérica y olvidarse del ejército y la vida seria en
Israel. Sabía que iba a encontrar diversión y alegría. Allí gozó con los paisajes, la comida y las
notas de salsa aunque no supiera cómo bailarlas. Sin embargo, no pensó que allí iba a
encontrar a Maryluz Rivera, su futura esposa. Todo empezó en una fiesta en Bogotá,
Colombia. El se sintió fascinado por la sonriente mujer de cabellos claros y cuerpo de modelo.
A ella le pareció atractivo y al verlo, creyó por su apariencia que se trataba de uno de los
hombres locales de su país. Luego de unos cuantos minutos y con sorpresa, comprobó que
Menahem era uno de los llamados mochileros israelíes que viajan por Colombia. La diferencia
de idiomas no fue problema para ellos. Porque además de gestos y pantomima, "enamorarse
sin muchas palabras tiene otra magia", dice Menahem. Después de su regresar a Israel y sentir
que no quería perder a la fascinante mujer, decidió seguir su vida junto a ella. Se casaron el 21
de marzo de 2001 y ahora viven felices en Kfar Saba, en una casa donde se habla en español.
A la hora de hablar de las mujeres israelíes y las latinoamericanas, Menahem Pirchi dice que
aunque prefiere no generalizar, las latinoamericanas "son mas cariñosas, tienen mas pimienta
que las israelíes". Sin embargo advierte que a pesar de esto, es importante no enojarlas
porque en ese momento la dulzura puede transformarse de forma radical. Respecto a los
problemas que pueden surgir, dice que la paciencia es básica. "Si se tiene amor, se arreglan
todos los problemas".

Oded Agmon, el jefe - Una buena adición a la sociedad israelí

Este hombre de sonrisa generosa y barba de color rojo que lo hace inconfundible, es uno de
los responsables de la seguridad en los edificios Idelson, el lugar donde viven alrededor de 500
estudiantes de la Universidad Hebrea de Jerusalem. Cuando está en su trabajo, se encarga
que las horas transcurran en calma en este sitio, ubicado en una ciudad donde la amenaza de
un ataque terrorista, nunca desaparece. Entre sus órdenes y responsabilidades, se encuentran
alrededor de 15 guardias que trabajan en cada uno en los diferentes turnos del día. Estos
jóvenes guardias que no portan armas, controlan la entrada, inspeccionan los estudiantes y
están atentos a todo lo que acontece. La mayoría de ellos son jóvenes olim de Rusia, Etiopía y
Suramérica. Al preguntarle sobre estos últimos, con una sonrisa los define como chicos porque
casi todos se encuentran entre los 18 y 22 años de edad. Con entusiasmo evidente, dice
admirarlos porque en un gran porcentaje, han venido en los últimos años, motivados por el
amor que le tienen a Israel. "Son muy especiales", expresa. Afirma que en comparación con los
demás jóvenes que trabajan en seguridad, los latinoamericanos se preocupan más por su
trabajo y son responsables a pesar que muchos de ellos tienen dos o tres trabajos simultáneos.
No niega que a veces le causa risa, algunas equivocaciones que cometen cuando hablan en
hebreo. Para él los latinoamericanos son cálidos, amigables, respetuosos y bien educados en
casi todos los casos. Este hombre que ya dice entender la diferencia entre los porteños y el
resto de argentinos, dice con seguridad que los latinoamericanos son una buena adición y
complemento a la sociedad israelí.

Dan Kaufman, el amigo - Contra la timidez

Para Dan Kaufman, un simpático joven israelí, tener amigos latinoamericanos no es cosa
nueva. "Me gustan porque son personas cálidas, agradables y llenas de emoción". Su mejor
amigo es Martín Kohan, un simpático bioquímico y estudiante de master en la Escuela de
Farmacia de la Universidad Hebrea. Martín Kohan dejó hace tres años su casa en Argentina
para radicarse en Israel. Ambos hablan y comparten horas entre los pasillos y oficinas del
Hospital Hadassa Ein Kerem de Jerusalem. Al preguntarle a Dan Kaufman por las diferencias
que encuentra entre los latinoamericanos y los rusos, Dan dice que estos últimos son más
racionales y tienen una mentalidad distinta. De sus más cercanos amigos como Martín, destaca
esa amabilidad que tienen y que los lleva a hablar con todo el mundo. Algo que lentamente ha
ido aprendiendo de ellos, porque como él mismo se define "Soy muy tímido". Junto a Martín y
otros amigos, discute temas que les interesan y disfrutan las delicias gastronómicas que la
mamá de Dan prepara. Para ella es una felicidad cada vez tener un invitado latinoamericano en
casa, hasta el punto que ya aprendió a preparar las deliciosas empanadas latinoamericanas.
Ellos y nosotros - Verónica Oberlander
¿Cuántas veces lo tengo que repetir? No, no soy argentina, tampoco paraguaya. Soy
uruguaya. No son pocas las situaciones que nos cruzamos con un israelí, y éste, encantado
con nuestro acento tan “jamud”, nos pregunta con toda simpatía si somos argentinos. Claro, no
es fácil entender que Sudamérica es un continente compuesto por varios países, no sólo por
Argentina. Para “ellos” toda persona que dice “hola” automáticamente es argentina. Aunque en
realidad no me puedo quejar, confieso que yo también cometo el mismo error con todos los
“olim” que vienen de la ex Unión Soviética: para mí son todos rusos.
Entonces pasemos al siguiente tema: tango, salsa y merengue. Si un sudamericano no baila
ninguno de estos tres ritmos, las expectativas del israelí quedan por el piso. “Ellos” nos ven
como exóticos, los amantes de la carne y el asado, jugadores de fútbol, si nos ven (a los
sudamericanos) de traje y camisa en pleno mundo civilizado, es una decepción. “Ellos” tienen
la imagen del latino incapaz de esbozar una palabra en inglés, ignorante, símbolo y
representante directo del Tercer Mundo.
Hasta ahora, todo lo que mencioné es una percepción intuitiva de cómo nos ve el israelí. Pero
descubrí también que el estereotipo del latino no es una mera generalización, pasó a ser ya
casi una investigación científica. Eso lo comprendí cuando en mi trabajo como madrijá de olim
jadashim recibí una charla de cómo es el latino y cómo se lo debe tratar. Aquí van las
principales características con las que nos describían en ese curso, dictado por israelíes: que
somos haraganes, siempre dejando las responsabilidades para mañana. Que jamás una clase
será más importante que una fiesta. Que somos sentimentales, y que razones para llorar nunca
nos faltan. Que si te quieres acercar a un latino, te conviene empezar por una charla de
sentimientos aunque se puede tornar un tanto pesada. Que asimismo somos charlatanes, no
en el sentido de que hablan mucho –aunque también-, sino que prometen cosas que nunca van
a cumplir. Que impuntuales somos, y que conviene decirle al sudamericano una hora antes de
lo acordado para que llegue a tiempo.
Cuando escuché este manual de trato perfecto hacia el sudamericano, me enojé y discutí, no
podía escuchar tales injusticias: no es que “nosotros” seamos tan sentimentales, es que “ellos”
son muy fríos. Lo que para “ellos” es ser haragán en nuestro idioma se llama vivir la vida. No es
que no asumimos responsabilidades sino que “ellos” viven preocupados, y así seguí con mis
argumentos.
Pero la intención al fin de cuentas no es definir quien tiene razón entre “ellos” y “nosotros”
porque es obvio que es una cuestión subjetiva, cultural. Lo que yo me pregunto es por qué la
necesidad de categorizaciones. Por un lado, tengo que admitir que es más cómodo generalizar
ya que no tengo el tiempo para conocer a uno por uno, prefiero hablar de “ellos” aunque sé que
lo que diga no es fiel reflejo de la realidad. Por el otro lado, cuando hablan del sudamericano de
forma que no me siento representada, me molesta porque es injusto ser juzgado por culpa de
una simplificación, y varias veces me pasó que si llego tarde es porque soy sudamericana, pero
si no como carne ni bailo salsa soy una especie de sapo en otro pozo. El punto es que nuestra
mente nos pide reglas, categorías, modelos así éstos no sean una ciencia perfecta, ya que los
construimos cada uno de nosotros. Y además no somos capaces de ver la realidad de las
cosas ni de las personas, sin que de por medio estén las experiencias y los sentimientos
propios.

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